lunes, 26 de noviembre de 2012

RUAH

ESPÍRITU SANTO VocTEO
La teología y la vida eclesial se muestran hoy particularmente sensibles a la reflexión sobre el Espíritu Santo; con ello parece perder crédito aquella amarga constatación de que el Espíritu Santo era realmente el gran desconocido y el gran olvidado por la fe de los creyentes. La sed de espiritualidad que caracteriza al hombre contemporáneo, la vitalidad de las comunidades y grupos eclesiales que expresan creativamente su fe y una profundización teológica más orgánica, todo esto ha concurrido a una revaloración del tema del Espíritu Santo. Se ha constituido de este modo un sector mejor definido de la teología, es decir, la pneumatología, disciplina que hasta hace algunos decenios no tenía carta de ciudadanía en la teología como sector específico. Pero cuando se habla de Espíritu, se da uno cuenta de que en la historia de la salvación este término ha tenido muchas modalidades temáticas y que existe por tanto una gran variación lexical en el uso de esta palabra y a partir de sus acepciones hebrea (ruah, femenino), griega (pneuma, neutro) y latina (spiritus, masculino). El tema bíblico del Espíritu es muy extenso y comprende significados más amplios que la locución Espíritu Santo, "bien sea porque ésta no siempre designa al Espíritu divino, bien porque la divinidad del Espíritu está presente en otras locuciones» (R. Penna). En nuestra exposición hablaremos esquemáticamente del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, para destacar la repercusión de esta concepción en la que tiene de él el Nuevo Testamento Y que es la que más nos interesa. Pasaremos luego a señalar algunos puntos firmes del desarrollo dogmático y algunas líneas de reflexión teológica sobre el Espíritu Santo en la tradición eclesial. a) El significado bíblico de ruah y de pneuma es el de viento, respiración, aire, aliento; y puesto que todo esto es signo de vida, los dos términos significan vida, alma, espíritu. Así pues, Espíritu es una realidad dinámica, innova dora, creadora; es símbolo de juventud, de viveza, de renovación. El dato bíblico nos presenta siempre al Espíritu como fuerza activa que da vida, sustenta. guía, gobierna todas las cosas; pero al mismo tiempo el Espíritu no se confunde con un sustrato corporal cósmico, como sucedía en algunas filosofías y concepciones religiosas antiguas. En el Antiguo Testamento, la ruah va siempre unida a un genitivo de especificación: generalmente va referido al hombre, a la naturaleza, a Dios; estos significados están presentes indiferentemente en las diversas épocas históricas. Cuando ruah se relaciona con la naturaleza, el significado más ordinario es el del soplo del viento; cuando se refiere al hombre, designa el aspecto vital, esencial del hombre: la ruah va ligada al hombre como alma, espíritu, bien a nivel psicológico (sentimientos, emociones) o bien a un nivel más profundo (centro de su espiritualidad). Ruah significa el carácter vivaz y dinámico del ánimo humano (llamado también nefesh, en su individualidad); ruah sería además la intimidad del hombre, algo así como su corazón (leb). El Espíritu, tanto cuando se refiere a la naturaleza como cuando se dice del hombre, remite siempre, sin embargo, a una realidad divina y misteriosa: por eso, la ruah es siempre ruah Yahveh, soplo de Dios, y actúa en dos planos, el cósmico y el histórico-salvífico. Espíritu es la característica del mundo divino: el mundo humano es carne y caducidad, mientras que el Espíritu divino es vida, fuerza, superación del tiempo y del límite. Aunque en pocos casos el Espíritu de Yahveh recibe en el Antiguo Testamento el apelativo de Santo (el Espíritu Santo). El primer diálogo entre Dios y el mundo tiene lugar en la creación; en efecto, él da forma al mundo, dispone ordenadamente las fuerzas naturales, es creador de los seres animados; al contrario, la muerte significa el retorno del Espíritu a Dios. Pero el Espíritu es protagonista de la historia de la salvación como guía y revelador. Los autores esquematizan diversos modos de la manifestación histórico-salvífica del Espíritu, donde podría trazarse una línea divisoria coincidente con el destierro en Babilonia. Antes de aquel suceso se pueden conjugar sucesivamente o de una manera interdependiente una fase carismática, profética y real, y en el período posterior al destierro una fase mesiánico-escatológica, que en ciertos aspectos recoge también las fases anteriores. Hay textos muy importantes, como Is 11,2ss, que marcan cierto progreso en la evolución de la pneumatología del Antiguo Testamento; los poemas del Siervo de Yahveh atribuyen al Espíritu, que era considerado siempre como propio del Señor, al Mesías en términos personales, individuales: es decir, todo el Espíritu reposa sobre su Mesías. El Espíritu le da al Mesías la función profética (proclamar el derecho) y la real-carismática (traer la justicia y la liberación), Pero como el mesianismo del Antiguo Testamento no está ligado solamente a la figura individual del Mesías, sino que todo el pueblo constituye una comunidad mesiánica, entonces el Espíritu de Dios se derramará sobre toda carne (Jl 3,1-2). Finalmente, en los umbrales del Nuevo Testamento nos encontramos con una fecunda identificación entre el Espíritu y la SabiduríA TOMADO DE.. http://mercaba.org/VocTEO/E/espiritu_santo.htm

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